En el día a día estamos “programados” para hacer un
sinfín de actividades y tareas que nos llevan a una espiral, a una rutina en la
que cada hora o día está prevista para una determinada cosa. Esto nos lleva a
estar proyectados hacia fuera, hacia lo que hay que hacer, viviendo en el exterior.
Tenemos pocos momentos para “ver” qué es lo que está
sucediendo “ahí dentro”. Todo lo que ocurre a nuestro alrededor es una
proyección de nuestro interior. A quien no le ha pasado levantar la persiana
ver el día lluvioso, con el cielo gris y pensar “que día más triste” ¿El día es
triste o la tristeza la tengo yo? Posiblemente los niños piensen que es un día
divertido en el cual saltar sobre los charcos y ducharse con el chubasquero
puesto con el agua que cae de los canalones de los edificios.
Cuando observamos lo que sucede a nuestro alrededor casi
siempre pensamos que las cosas vienen de fuera ¿Vienen de fuera o las vemos
desde fuera?
Meditar nos lleva a observar imparcialmente lo que
acontece fuera y dentro, de nosotros, nos centra en el momento presente, en ese
instante irrepetible y único que es cada momento de nuestra vida.
Cuando observas tu respiración entras en un espacio donde
eres tú, sin roles, sin juicios, sin más, sólo tú, entendiendo tú como esa
esencia perfecta y profunda más allá de lo que se aprecia desde el exterior y
aquí es donde viene la magia, aquí es donde todo se da, donde todo sucede sin
más, donde las etiquetas no existen… entonces puedes observar los pensamientos
como si tuvieses una enorme pantalla en la cual mirarlos como miras una
película.
Al verlos como algo fuera de ti, la mente descansa.
Meditar nos lleva a entender lo que no podemos ver con
los ojos. Cuando los cerramos y nos anclamos a la respiración comenzamos a
aceptar, a conocer parte de nosotros que era desconocida, es como meterse en
una gruta con una linterna y ver que es mucho más grande de lo que pensabas.
En el estado de observador imparcial, sin juicios el
tiempo se diluye porque realmente el tiempo es algo que hemos inventado para
entender nuestra propia realidad. Aquí contactamos con la magia de estar en el Ser, de estar en nuestro templo, porque
nuestro interior es un templo al cual siempre podemos acudir.
Muchas personas dicen que no tienen tiempo para meditar,
a veces dos o tres minutos pueden cambiar la calidad de lo que estás percibiendo
o pueden cambiar tu estado. Si notas que estás nervioso, algo te supera, estás
cansado, agotado emocionalmente… haz la prueba: siéntate con la espalda recta,
cierra los ojos y observa tu respiración, relaja tu cuerpo con cada exhalación,
deja que los pensamientos pasen… después incorpórate a tu actividad, dos o tres
minutos no harán que tus cosas se paralicen conseguirás relajarte y aclarar tu
mente.
Muy útil y bonito, María. Esos momentos de encuentro con uno mismo son necesarios y sanadores. Es bueno darse cuenta de lo que pensamos y sentimos, porque somos nosotros viviendo ese momento. Los sentimientos y los pensamientos tienen lugar en uno, somos nosotros eligiendo sin darnos cuenta de ello. Y lo que sentimos y pensamos nos va haciendo en el vivir día a día. Un abrazo. Ana.
ResponderEliminarEl encuentro con nuestro ser es necesario, escucharnos y sentirnos es estar en nuestro templo interior, es estar en casa, a través del silencio interno llegamos a conocernos realmente. Este blog me da la oportunidad de expresar lo que llevo dentro. Me hace feliz que leas mis entradas y sean útiles para ti. un abrazo de corazón a corazón.
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