Hace
unos días iba en el tren de cercanías con destino a Villalba dando los “últimos
toques” a la clase que iba a dar minutos más tarde. En la tranquilidad de un
vagón que iba casi vacío con la carpeta apoyada en mis piernas y el MP4 con
música suave… Totalmente concentrada. Levanté la cabeza para buscar un bolígrafo
en el bolso… a través de la ventana el atardecer estaba precioso, las nubes
moradas hacían curiosas formas, como dos manos acariciando la silueta azul de
las montañas sobre un fondo naranja intenso, una explosión de color con mil
matices ¡Qué maravilla! El universo pinta los mejores cuadros con el pincel de
Dios.
Esta
mañana hacía frío, el viento helado parecía congelar mis orejas, la suave y
fina lluvia mojaba mi cara ajena a un paraguas al que el aire se atrevía a
desafiar. Iba a clase de Yoga caminando por una ruidosa avenida con mucho
tráfico donde se respira la agitada vida de la ciudad totalmente despierta. Los
árboles desnudos se cimbreaban con el viento… observé mi alrededor disfrutando
de pequeño paseo hasta llegar al polideportivo... y allí estaban, en un árbol al
que el otoño no había conseguido arrebatar todas sus hojas había dos gorriones,
como dos pequeñas pelotitas haciéndose arrumacos en una rama y dándose besitos
con el pico, ajenos al frío, la lluvia y la frenética actividad que había a su
alrededor. Viviendo el presente, así sin más.
El
sábado pasado un amigo me envió unas fotos de la Plaza de Callao y la Gran Vía
justo en el momento en el que el sol iluminaba la parte alta de los bellos
edificios de la zona, en las fotos el sol ilumina de una forma especial, es
como si la tibieza del sol en el ocaso se pudiese tocar, se pudiese sentir… como
si el suave calor de nuestro astro rey en ese atardecer invernal fuese palpable
en las fotos… Me maravillé cuando las recibí por el WhatsApp. Cuando media hora
más tarde nos vimos me explicó que tan sólo unos minutos después de hacer estas
fotos el efecto desapareció.
Cada
momento es irrepetible. Estar presente es vivir en plenitud.
Habitualmente
pensamos en lo que sucedió hace unos días, semanas, quizás años… o en lo que
haremos mañana, dentro de unos meses, en verano… olvidando que lo más importante
es lo que está ocurriendo ahora. Lo ideal sería estar aquí ahora siempre, hacer
pequeños “viajes” al pasado o al futuro cuando sea necesario y “anclarse” bien aquí
ahora.
Si
preguntásemos a un perro, un gato, un pájaro ¿Qué hora es? Seguro que no
entendería a que nos referimos (suponiendo que el animal comprendiera el
concepto) simplemente diría es “Ahora”.
Hay
técnicas para vivir plenamente el ahora y cuando trabajamos con ellas nos sentimos
bien, nos sentimos plenos. Todo aquello que nos lleva al presente sin “dejarnos
ir por las ramas” nos lleva a estar donde tenemos que estar “en el ahora” y
cuando esto sucede la magia existe… entonces todo un mundo que estaba ahí pero
que no habías visto abre sus brazos para abrazarte.
La
meditación te lleva al momento presente, te lleva a descubrir un paraíso que
reside dentro de ti pero que ni siquiera sabías que existía.
Esto
es sólo el principio… seguid mi blog, escribiré en profundidad sobre este tema.
Un
abrazo desde la magia de esta hermosa noche invernal.