¿Recuerdas
cuando eras un niño? (o niña, emplearé el masculino cuando hable de manera
general y la niña cuando me refiera a mis vivencias) ¿Recuerdas cuando todo se
solucionaba sacando pares o nones? El intercambio de cromos, dibujar cosas
imposibles y hacerlas reales, jugar al rescate, saltar, correr, jugar con la
tierra… ¿Qué queda en ti de ese niño que fuiste? ¿Lo recuerdas con cariño o con
nostalgia? O quizás… apenas te acuerdas de él.
Cuando
hice por primera vez la meditación del niño interior me pillo un poco por
sorpresa, lo viví como algo neutro, tuvieron que pasar algunos años hasta que
comprendí que detrás de aquella meditación había mucho más. Tres años más tarde tuve otra
experiencia (a través de la Biodanza) con mi niña interior que cambiaría mis
patrones, mis esquemas… produciría en mí
una autentica catarsis y una profunda sanación. Aquello me dio las respuestas
que llevaba años buscando. Sin embargo, tendría que pasar más tiempo para
llegar a un entendimiento entre mi niña y yo, a un pacto entre mujeres sin
condiciones y desde el amor.
La vida
a veces nos para. Nos frena para que “recoloquemos” nuestras cosas, entendamos
que es lo que no está como tiene que estar. Hace casi tres años cuando eso me
sucedió fue la oportunidad de estudiar, encontrarme conmigo misma, despejar mi
agenda y mi corazón borrando lo que sobraba, así, sin vuelta atrás, soltando lastre
innecesario… y sin duda reencontrándome con la niña que fui e investigando
muchos porqués.
Muchos
de los miedos y bloqueos del presente vienen de un anclaje anterior, de cuando
éramos niños. Cuando somos pequeños la información se recibe y se procesa de
una manera diferente, en nuestro mundo de adultos la asimilación de datos
sucede de una manera distinta. Si cuando somos niños recibimos un rechazo o una
regañina lo podemos interpretar como una separación del TODO, los niños están
conectados con la divinidad, aún no están contaminados por los esquemas,
creencias, etiquetas, roles y falsos egos de los adultos. La separación del
TODO implica soledad, ruptura y dolor en el corazón, ese dolor se manifestará
más tarde cuando seamos adultos y lo hará de manera imprevista, cuando haya
algo que nos separe del TODO se activará esa sensación, sentiremos la punzada
en nuestro interior, no asociaremos los datos recibidos con la emoción
desencadenada ya que la información y la emoción están separadas por una
barrera infranqueable, la barrera que hemos interpuesto entre el niño y el
adulto.
La
separación del TODO es una ilusión, nada puede separarnos porque somos TODO,
sin embargo, aparece esa sensación y cuando el sentimiento es de no pertenencia
aparecen la soledad, el miedo, la desconexión… “el destierro interior”
Dentro
del adulto que hoy eres hay un niño, ese niño está dormido, esperando que le
despiertes; quiere para jugar, ese niño sólo desea vivir el presente, ser
feliz, tomarse las cosas desde otra perspectiva… es una parte más de ti, porque
eres tú. Si quitásemos capas como en una cebolla al eliminarlas llegaríamos a
ese niño. Pero… ¿Qué sucede cuando nos olvidamos de su existencia? Entonces, es
cuando la vida se torna agria, triste, sombría, aparecen las rigideces, la
sensación de ahogo, de que no hay salida ante ciertas situaciones de la vida;
aparece el dolor inexplicable en tu interior, el dolor en tu Ser y no entendemos el porque ese dolor
nos oprime el corazón, no sabemos de dónde viene y es como estar en un callejón sin salida.
Un niño es la
verdad con la cara sucia, la elegancia con los zapatos manchados de barro, la
sabiduría vestida de inocencia… A un niño le puedes echar de tu habitación pero
no de tu corazón. Un niño es tu maestro, tu carcelero y tu llave. Así que,
ríndete ante la evidencia. Deja de luchar contra ti mismo.
Si tienes hijos, sobrinos o trabajas con niños puedes ver
el espejo que producen en ti, a través de ellos aprender, a través de ellos
bañarte en su inocencia, ver lo que tú fuiste y discernir lo que queda de ello
en tu Ser. Llegado a ese punto
resulta interesante trabajar desde ahí entrando en tu corazón, directamente al
corazón, dejando a un lado la razón y los juicios, haciendo un “desnudo
integral” de tu alma ante ti mismo.
Me siento afortunada por haber llegado hasta esta pequeña
meta. Me siento afortunada cuando en mis clases de meditación o en mis talleres
trabajamos ese niño o niña que fuimos. Es un auténtico regalo ver el
descubrimiento que supone en algunos alumnos, las sanaciones y desbloqueos
emocionales que produce. Es magia… como dije en otro de mis artículos, “la
magia existe...” esta es una prueba de ello.
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