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sábado, 3 de mayo de 2014

Del estrés a la meditación


Hace unos años cuando el estrés campaba a sus anchas en mi ser, la sensación de opresión en mi pecho era comparable a tener el peso de una baldosa sobre él, las prisas y correr eran naturales en mi día a día, mi corazón vivía agitado y moría al mismo tiempo asfixiándose en una vida llena aparentemente, pero vacía y carente de sentido… Sin escuchar las señales, llenándome cada vez más de insatisfacción, entrando en la espiral de la inquietud, dejándome arrastrar por ella… Buscando respuestas sin escuchar las preguntas. Sin atender a mi interior, trabajando sólo el exterior… Buscando fuera lo que tan sólo se puede encontrar dentro… Hasta que mi corazón dijo ¡Basta! y entonces no me quedó más remedio que escuchar lo que no había querido oír antes. Crisis. Catarsis. Cambio… Replantearse las cosas aunque no supiera ni por dónde empezar… 

Comencé un camino sin retorno, un sendero de búsqueda y conocimiento interior del que hasta ese momento nunca había escuchado hablar. Al principio no entendía nada o no quería entender porque había demasiadas resistencias en mí. Sin embargo, la semilla estaba plantada y aunque yo no hiciese mucho por abonarla y regarla comenzó a crecer… La semilla que en principio dio frutos amargos se convirtió sin duda en la más dulce con el paso del tiempo y poco a poco me decidí a abonarla para que se produjese la cosecha. Y la cosecha llegó y con ella comencé por primera vez en muchos años a sonreír a pleno pulmón a sentir en mi pecho una sensación nueva para mí, empecé a estar en paz conmigo misma, a amarme, a ver mis defectos como virtudes poco desarrolladas como oportunidades para aprender. A ver los errores como los mejores maestros, a entender que en la escuela de la vida todos somos maestros y alumnos a la vez. Sabiendo que la vida es demasiado corta como para malgastarla corriendo exhausta sin dirección alguna olvidándose de lo bello que puede resultar el viaje si observas a tu alrededor. 

La meditación apareció en mi vida como un soplo de aire fresco que al principio me llenó de curiosidad sin saber mi bien si realmente funcionaría conmigo. Pensé: “Esto no es para mí” “¿Meditar yo? ¡Si mi mente grita y no sé cómo hacerla callar!” “Soy incapaz de relajarme”.

Esa mezcla de curiosidad y escepticismo me impulsó a seguir. Abandoné varias veces “el barco” pero no tardaba mucho en volver a “embarcarme de nuevo”. Un día el Lama del Centro Budista donde iba a meditar todos los martes vio mi tristeza, mi insatisfacción, mi abatimiento… con una amplia sonrisa se acercó a mí y medio en inglés medio por señas… con alguna palabra en tibetano que no entendí me dijo algo que su interprete (un chico joven que siempre iba con él) me tradujo como: “Lo que tanto te niegas a ti misma es lo que realmente andas buscando. Llegarás a maestra.” Me dejó perpleja, ahora, con el paso de los años, desearía volver a verle (se fue al Tíbet, no sé si habrá regresado) darle un abrazo, devolverle la sonrisa que él me regaló aquel día en que yo era incapaz de sonreír; decirle que tenía razón, que la negación era tan sólo miedo y resistencia inútil… Quien sabe, quizás volvamos a vernos… si llega ese día nada me hará más feliz que expresarle mi agradecimiento. 

Hay un ingrediente con el que cocino cada día en mi fogón interior se llama meditación, desde que lo utilizo el sabor de mi vida ha cambiado, mi visión ha pasado del estrés a la relajación, de la insatisfacción al agradecimiento, de la tristeza al despertar a la vida, a despertar los sentidos y ver que hay otros mundos paralelos en este, que están ahí aunque si no profundizamos no podamos verlos. 

Cada clase, cada taller, cada curso cada sesión de terapia me trae cosas nuevas, información privilegiada que proceso dando gracias a tanto por descubrir y tanto por aprender. 

A veces me sorprendo de que las clases se “hagan solas” siempre las llevo preparadas pero como bien dice una de mis alumnas “soy la reina de la improvisación”, tengo el plan A, el B y el C (siempre llevo varias opciones) y llegado el momento, el presente que es lo único que tenemos, lo más puro para disfrutar y expandir en nuestro ser me regala la oportunidad de actuar según el plan D que se gesta a medio camino entre un enorme corazón que aparece en medio de la clase fruto de la unión del grupo y de mi propia energía como facilitadora de la sesión ¿Magia? Tal vez… tengo claro que la magia existe.

Recorrer el camino, disfrutar del viaje mientras observas a tu alrededor es la parte más importante. El pasado no va a volver, si le llamas constantemente corres el riesgo de que aparezca gruñendo con sus afilados colmillos. El futuro llegará con mil sorpresas que ni siguiera esperabas, desarrollándose según el plan divino, no como tu pensabas.

Meditar te lleva justo ahí al presente, al ahora, al momento real, para que veas lo que hay dentro y comprendas que lo que existe fuera no es otra cosa que un reflejo de ti.