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jueves, 13 de marzo de 2014

Habitar nuestro cuerpo y nuestro ser a través del silencio


Si te preguntaran cual es el momento más importante para ti ¿Qué responderías? “Hace unos años cuando…” o tal vez: “Dentro de un mes porque entonces…” Sin duda alguna ahora, hoy, en este preciso instante. Ahora es lo único que tenemos. Ayer pasó dejando su huella, su recuerdo, su aroma, su enseñanza… Mañana llegará, sucederá algo que tienes proyectado o quizás no, muchas de las cosas que planeamos no salen como habíamos pensado… a veces ni siquiera suceden. Ayer no va a volver, mañana o dentro de dos horas aún está por llegar.

El trabajo, las actividades cotidianas, las obligaciones del día a día, la ciudad, las prisas, las preocupaciones, la espiral que nos envuelve día a día… ¿Qué ocurre durante todas estas secuencias? ¿Dónde estás? Aquí, ahora ¿En la planificación de lo que vendrá? ¿O en lo que hiciste ayer?

John Lennon decía: “La vida es lo que sucede mientras planeamos cosas”.

Sharon M. Koenig, autora del libro “Los ciclos del alma” dice: "Tenemos más de 60.000 pensamientos al día y la mayoría son repetitivos". Lo ideal es vivir plenamente el ahora en lugar de enredarse en pensamientos reiterativos a cerca de lo que haremos en un futuro aunque sea a corto plazo.

Nuestro cuerpo funciona 24 horas al día 365 días al año y… ¿Cuándo le prestamos más atención? Cuando nos duele ¿Por qué? Porque no “Habitamos nuestro cuerpo” nos limitamos a lavarlo, vestirlo, alimentarlo… pero… ¿Habitamos realmente nuestro cuerpo? Normalmente no. Habitar es sentir… disfrutar plenamente de estar vivos, estar presente en todo lo que sucede en nuestro cuerpo, en nuestro ser, cuando el cuerpo emite una señal de dolor no queda más remedio que escucharle, entonces y sólo entonces le prestamos atención ¿No sería mejor aprender otras formas de conectar con nuestro ser y con el presente?

Hay técnicas para vivir plenamente el ahora, usarlas nos hace sentimos bien, sentirnos plenos. El yoga y la meditación son herramientas que nos llevan al momento presente a través de la observación de nuestra respiración y de nuestro cuerpo. Lo más primario que existe es la respiración, algo que tenemos automatizado a lo que no prestamos atención pero que es la clave fundamental para manejar los pensamientos, las emociones y para anclarnos bien en el “aquí-ahora”, para trabajar la presencia. Si estamos presentes estamos en el Ser, abandonamos el personaje.  Si tu respiración es consciente todo cambia. Si tu movimiento es consciente mientras trabajas la respiración el cambio experimentado es mayor.

Habitar tu cuerpo, es habitar tu ser, es entrar en el templo sagrado, donde reside el tesoro de tu ser, ese tesoro que ni siquiera sabías que existía, guardado en la más profundo de ti. Habita tu cuerpo y te verás frente a frente con una hermosa joya: tú.

El Yoga es un camino directo hacia la conexión con tu cuerpo, con tu respiración, hacía ese templo que reside dentro de ti. Mi profesora de Yoga es una auténtica “maga”, una “reina de la sabiduría”, del conocimiento (no me sorprende que su nombre espiritual sea Vidhya: conocimiento) de ese extraño arte que nos lleva a un encantamiento en el que hacemos posturas imposibles mientras meditamos y lo mejor ¡Disfrutando de ello! Para entender este concepto voy a compartir mi experiencia. En cada clase, la respiración y el movimiento me llevan justo ahí donde sólo existe el ahora, donde experimentar mi trabajo corporal mientras respiro… el tiempo se diluye… todo desaparece… durante las asanas no hay pensamientos, no hay nada, tan sólo un cuerpo que siente profundamente y respira, no hay personaje, no hay roles… Entro en un espacio interno de profundo silencio interior, es sumergirme en las tranquilas aguas de mi ser… llego a mi templo sagrado en el que hay momentos de vacío absoluto y en esta vacuidad tan sólo estoy dentro de mi escuchando su voz. Es mágico. La clase de Yoga es algo más que una clase de gimnasia en la que cuidamos nuestras articulaciones, hay mucho más, es difícil de explicar con palabras… siento que me llena de gozo, me hace sonreir, que me lleva al equilibrio y la paz deseadas.

La meditación te lleva al silencio interior a través de la respiración y así desde la quietud de tu cuerpo, llegas a la quietud del oceano de tu mente dejando que todo suceda sin más, observando, sintiendo, siendo plenamente, “aquí-ahora”, sin juicios, sin etiquetas, sin nada, sin más, vaciando tu interior, dejando que se llene de Luz, “recordando el lenguaje olvidado”, “regresando a casa”. Entendiendo que la paz, el equilibrio, la serenidad y la armonía son estados naturales del Ser, tan sólo tenemos que entrar en nuestro corazón, descansar en él y buscar ese ángulo de quietud que hemos perdido.

 Esto me lleva a recordar las palabras de Mikao Usui: “Siéntate en silencio todas las mañanas y tardes; trabaja tu corazón y haz las cosas desde ese sitio de paz que hay dentro de ti”














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