Meditación es la
manifestación más simple de relajación y la más profunda. La persona no hace
nada excepto concentrarse de una forma simple y pasiva.
Es centrar la
atención en algo concreto, observando lo que ocurre sin emitir juicios. La
clave está en no luchar contra nosotros mismos, no juzgarnos, ni a nosotros ni
a los demás, sólo observar y estudiar nuestras reacciones.
Meditar es una
actitud de consciencia alerta.
Desde
la práctica concreta se trabaja sobre el sistema nervioso y es una técnica que
puede cortar el estrés incluso en momentos en los que sólo sería posible con
medicación.
La
meditación cambia nuestras ondas cerebrales, esto se puede medir y comprobar;
las ondas en estado de estrés están en una frecuencia Beta y la meditación va
tranquilizando esa frecuencia hasta llegar a unas ondas Alfa que es la más
homogénea y tranquila que puede llegar a tener nuestra mente estando
despiertos.
Nos
ayuda a estimular la producción de nuevas células. El relax que otorga no sólo
elimina el dolor o mejora la circulación, sino que favorece el metabolismo del
cuerpo en general, es decir, optimiza sus recursos.
Quiero
compartir mi experiencia personal sobre meditación y dolor.
En
Septiembre de 2011, mi pie derecho se encajó entre dos piedras en una playa
paradisiaca inaccesible en coche, me rompí con fractura transversal del peroné
sin desplazamiento, dos fracturas con arrancamiento en los cantos distales de ambos
maléolos, rotura del ligamento lateral externo, luxación (que yo misma me lo
coloque en un acto reflejo, aunque no es lo que hay que hacer), rotura del cuarto metatarsiano del pie,
fisura del esternón, fractura sin desplazamiento de la costilla que está
debajo de la mama izquierda y esguince de 3º grado.
Iba
con una amiga, llamamos al SAMUR, se fue caminando a la carretera más cercana
que estaba a unos tres kilómetros para indicar a los Servicios Médicos donde
estaba yo.
Me
quedé sola en aquella playa tumbada en el suelo al sol sin poder moverme.
Inmovilicé mi pierna enterrándola en arena; además, la arena de encima estaba
más caliente que la de abajo, eso reduciría algo la inflamación. Me conecté a
los elementos de la naturaleza y me puse a meditar. Estuve allí dos horas y
media hasta que llegó la Guardia Civil y el SAMUR.
A
través de la respiración con mi mano izquierda en el corazón fui bajando el
ritmo cardiaco.
Observar
mi respiración en absoluta quietud conectada a la Madre Tierra me llevó a un estado
de paz en el que mi dolor iba reduciéndose cada vez más.
Si
me movía el dolor rozaba lo insoportable, si me incorporaba también.
En
esa quietud noté como el dolor se reducía en casi un 50%. En algunos momentos
pude desideintificarme totalmente de él, sintiéndolo como algo ajeno a mí. Es
una experiencia que me ha cambiado la vida.
Cuando
el SAMUR llegó mi tensión arterial era de 120/70 y mis pulsaciones cardiacas
50. El Técnico Sanitario bromeo conmigo diciendo que parecía que me había
tomado un Valium-5.
En
Febrero de 2013 tuvieron que hacerme una prueba médica dolorosa, ya que si la
programaban con sedación había que esperar tres semanas; acepté hacérmela sin
anestesia, volví a repetir la experiencia: medité para transcender el dolor.
Sentir
el dolor sin sufrimiento, sin juicios,
sin ira… Cuando es intenso, el dolor
lleva a un estado iracundo en el que estamos tensos, entonces aun duele más. A
través de la relajación que produce meditar evitamos llegar a este estado. Con
la meditación conseguimos mantener la calma, estar equilibrados, focalizar
nuestra mente, dirigir nuestra consciencia hacia donde deseamos.
En
2007 en la Universidad de Wakeforest en Carolina de Norte-USA después de varios
experimentos con participantes voluntarios y el dolor llegaron a la siguiente
conclusión:
“La clave de este éxito, destaca, radica en que la
meditación actúa a distintos niveles cerebrales al mismo tiempo, por lo que no
se puede ceñir su acción a un sólo punto del cerebro, sino más bien a varias
áreas. Las resonancias demuestran un
descenso de la actividad en la córteza somato-sensorial primaria, implicada en
la intensidad con que se percibe el dolor; al tiempo que aumentaba en otras
regiones (como la ínsula anterior o la corteza orbito-frontal) implicadas en
procesar la información que llega al cerebro procedente del área dolorida.”
Llevo investigando en Meditación quince años, medito a
diario, he de reconocer que al principio me costó mucho, incluso “tiré la
toalla” en algunas ocasiones porque pensaba que nunca conseguiría llegar a un
estado de consciencia relajado, tranquilo, ni a abstraerme de los pensamientos…
Lo veía imposible… Llevar la atención a
la respiración fue todo un descubrimiento: magia . Me gustaría ayudar a las
personas que tienen dolor crónico. Sé que es posible. Podemos reducir el dolor
y mejorar la calidad de vida de estas personas a través de la meditación.
Lleva tiempo, es como el deporte, hay
que entrenar para conseguir resultados, durante el aprendizaje está el regalo
de sentirse cada vez más centrado, armonía, paz
y relajación.